lunes, 8 de enero de 2007

Realidades que se acaban


Llega un momento en que cualquier realidad se acaba. Y entonces no hay mas remedio que inventarla. Por ejemplo, la infancia suele terminar de sopetón con algún juguete destrozado, o con la muerte entrañable y cercana de un perro o de un abuelo. Y entonces hay que volverla a concebir, aunque ya no se tengan siete sino veinte, treinta años o setenta. Si un amor concluye intempestivamente, es urgente improvisar otro, ya que sin amor los resortes de la cotidianidad se oxidan. Y si llega el eco de otro amor vacante, disponible, hayque cazarlo al vuelo. Mejor dicho, abrazarlo al vuelo, besarlo, acariciarlo...
La primera señal de que una realidad se acaba es el estallido del silencio, la detonación de la soledad. La última señal, en cambio, es el fogonazo de la muerte. Ese encuentro final de la realidad es inapelable. Y no es posible inventar otra, porque en el vacío, por augusto que sea o nos hayan prometido que vaya a ser, no existe la invención. Cuando esa realidad cierra su paréntesis, la nada no habre ningú otro. Ni siquiera nos vamos a dar cuenta de que el mundo se ha callado.
Hace varios días que pienso en este tema, el fin de las realidades. En este letargo vacacional me he dado cuenta de las mías. De la capacidad de enfrentar la invención de cada una de ellas y de la dificultad que conlleva construirlas. Quizá mi nueva realidad sea la menos costosa en cuanto a invención, pero sin embargo, sobrellevarla sé que me costará muchos más que el enfrentamiento de la realidad sepultada.
Un día cualquiera, yo me doy cuenta de mis pequeñas resurrecciones y soy capaz de aventurar el futuro:

Desperté en la mañana como nunca había hecho. Sentí la perplejidad de quien no reconoce dónde está. Recuerdo que estaba tan involucrada en el sueño, que al abrir los ojos incluso sentí miedo por la excitación que me provocaba ese deconcierto. Lo primero que escuche fue la cálida voz de un hombre, que me susurraba:

-¿Cómo estas cariño?


No tenía ni idea de dónde me encontraba, y esa voz, esa voz...no supe reconocerla. Pero ahí estaba, recogiendo el silencio de mi sueño que había invadido mis últimas horas. Al fin supe quién era.

-¿Acabo de despertar de un mal sueño o el sueño eres tú?

Su sonora carcajada me convenció al fin de que la otra realidad (la no real) se había acabado. Cerre los ojos y los volví a abrir. Y ahí estaba él, besándome despacio, con cariño.

1 comentario:

Brunello dijo...

eso de q hay gente q cuando se va una pareja, coge otra, yo creo q es porke no puede estar sola o solo. yo creo q estar solo en ocasiones es bueno, y hasta bonito. pensar,y si se puede disfrutar...