martes, 28 de noviembre de 2006

Del derecho a ser feliz


Dentro de la filosofía budista encontramos una serie de prácticas encaminadas a lograr la paz interior, que para ellos equivale a la felicidad. Porque la esencia que transmite el Dalai Lama, en representación de todos los budistas, es que la búsqueda de la felicidad es un derecho de todos los seres.

"El propósito de nuestra existencia es buscar la felicidad", dice el Dalai Lama. Puede que el ritmo frenético de nuestro día a día nos haya hecho olvidarlo, porque se habla mucho de aliviar los síntomas de depresión o ansiedad que cada vez padecen más personas, de resolver los problemas de relación o nuestros conflictos internos, pero pocas veces con el objetivo expreso de alcanzar la felicidad.

De todos modos habría que realizar una especificación de este concepto. "Feliz" en inglés, deriva de la palabra islandesa happ, que significa suerte o hazar. Y al parecer, este punto de vista sobre el tema que nos atañe, es el más extendido entre nosotros. La felicidad se asocia a los momentos alegres o afortunados de nuestras vidas. Sin embargo, pocas veces la concebimos como un estado perdurable en el tiempo.

Que nuestro objetivo vital sea la búsqueda de la felicidad, ha sido una afirmación con la que muchos pensadores occidentales han estado de acuerdo, desde Aristóteles hasta William James.

Pero si este fuera nuestro propósito, ¿no seríamos egoístas por perseguirlo? No tiene porque. Muchas investigaciones han demostrado que las personas "desdichadas" tienden a estar más centradas en sí mismas; son retraídas, meláncólicas incluso propensas a la enemistad. Por el contrario, las personas felices, generalmente, son más sociables, cariñosas y compasivas con los demás.

En uno de los experimentos, se elevaba el estado de ánimo de los sujetos mediante la audición de una comedia musical y luego se les acercaba alguien para pedirles dinero. Los investigadores descubrieron que las personas que se sentían felices eran más amables, en contraste al "grupo de control" al que se les presentaba la misma opción de ayudar pero cuyo estado de ánimo no había sido simulado.

Poniéndonos en situación: ¿cuál sería vustra actitud en un tremendo atasco? Seguro que la impaciencia podría con nosotros y tantearíamos el mínimo hueco para adelantar, aún sin llevar ninguna prisa. Lo peor es que no nos damos cuenta de que esta actitud no nos ayuda para nada a ser felices.

Quizá no debiera nombrar a los budistas para referirme a este tema, más que nada por la incredulidad de muchos de los que lean estas reflexiones, sin embago considero que el punto de vista desde que el Dalai Lama analiza este sentimiento es lo suficientemente interesante como para que el "buscador" del arte de ser feliz, encuentre una guía práctica para alcanzar su propósito. Así mañana seguiré hablando de las fuentes de la felicidad según el Dalai Lama, haciendo especial hincapié en la compasión y el altruísmo como prácticas, no tan espirituales como alguno puede pensar, para poder desarrollar el sentimiento de la felicidad.

Hasta entonces, os "enlazo" a un interesante comentario sobre el libro El viaje a la felicidad (Eduard Punset) del que os hablé ayer.

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